lunes, 24 de agosto de 2009

Dios necesita un siquiatra


Por Gregorio Angelcos


Víctima de un fuerte estado depresivo, ingresó Dios a una clínica siquiátrica. Canceló por anticipado el valor de la consulta y se sentó en la sala con su rostro congestionado y sombrío. Una hora después, escuchó la voz de una mujer que en forma mecá­nica comenzó a interrogarlo para hacer una ficha clínica, según dijo.
- ¿Nombre?
– Dios
La mujer sonrió.
- ¿Edad?
-No tengo, para mí el tiempo no existe.
La mujer lo miró con sospecha.
-¿Dónde vive?
- En el cielo, en la tierra y en todo lugar.
-¿Actividad?
- Poeta de actitud.
Suicida potencial, murmuró la mujer
- ¿De qué vive?
- Me nutro de mi condición espiritual.
- Místico - comentó la mujer y se fue.
Nuevamente un lapso de espera y se encontró frente a un su­jeto de gafas redondas y barba puntiaguda que lo observaba con un aire indagatorio.
- "¿Cómo te llamas?", le preguntó.
-"Dios". Sin darle importancia respondió:
-"Freud, Simón Freud para servir
-¿Cuál es tu consulta?
-"Nadie cree que existo - contestó Dios -; cuando se lo comento a alguien piensa que estoy loco. He comenzado a dudar de mi pro­pia identidad".
-"No es tan grave -respondió Freud, se trata de un síntoma común del mundo contemporáneo. La clave del asunto consiste en recuperar tu credibilidad. Para iniciar un nuevo ciclo dejarás de llamarte Dios. Serás Vicente y en vez de poeta, cantante de rock, un poco heavy metal. No realizarás milagros, es tiempo de marketing y no de magia. Punto final a la contemplación, un poco más de hedonismo y sensualidad", fue su sentencia.
Después de algunas sesiones de terapia, Dios fue apropián­dose de su otro yo. En el intertanto, pudo departir con Marx, el rey Pelé, Mijail Gorvachov y Madonna, entre otros. Finalmente se despidió del personal y partió de la tierra rumbo a su lugar de origen. Ya podía considerarse parte del mundo concreto.
Su llegada al paraíso sorprendió a un coro de ángeles que ensa­yaban una serie de cantos litúrgicos. "¿ Dios ?", preguntó un santo. "Vi­cente, contestó con una sonrisa Dios, me llamo Vicente y soy heavy".
Al poco tiempo Vicente modificó las costumbres del paraí­so, y un gran movimiento evasivo y lúdico se fue gestando, la música adquirió formas de la nueva atmósfera. El carácter de la reflexión varió de lo sagrado a lo cotidiano. La autoridad divina develó su naturaleza imperfecta. Los espacios eternos se fueron haciendo creíbles y cada vez menos aburridos. Transcurrido un cierto tiempo, el movimiento comenzó a trizarse, y surgieron otras formas y expresiones culturales. "¡Basta de hegemonía heavy!", dijo el Arcángel San Gabriel, y basándose en las orientaciones de una revista pop latinoamericana, fundó el movimiento Punk. Un cartel gigante fue desplegado por sus adeptos que rezaba: "El po­der de Vicente ha muerto, 500 milenios han sido suficientes".Se inició un enfrentamiento de juicios y actitudes. Penetró la moda y la publicidad. Ahora Vicente bebía Coca - Cola y fumaba Viceroy. Por su parte, el Arcángel se mostró partidario del Pisco y los habanos, acusando, de paso, a Vicente y a sus seguidores de "cartu­chos".Hubo riñas, contusos y heridos en ambos bandos. En medio de esa confusión, hicieron su aparición "Los Tecnos" y otras variables del post - modernismo.
La crisis era vital. Entonces, Vicente cayó en un nuevo estado depresivo y deci­dió regresar a la tierra para conversar con Freud. En su recorrido ha­cia la clínica pudo apreciar la fuerte religiosidad y misticismo del pueblo, y los contrastes experimentados entre la tierra y el paraíso. Le pareció por un instante que éste era su reino y que Vicente no existía, simplemente, había sido un producto ideado por Freud para mejorar un momento anímico de su existencia.
Al ingresar a la clínica, cansado y deprimido, se encontró con Nietzche, quien al verlo en ese estado sonrió con ironía y gritó hacia el interior del recinto: ¡Dios necesita un siquiatra!; pero Freud había dejado de existir hace millones de años.

El lenguaje de los apetitos rompe el silencio de la reflexión



Sueño siempre sueño, a pesar del pragmatismo y las múltiples necesidades de crecimiento material que nos impone la vida cotidiana. Todos salen de compras a grandes tiendas comerciales, disfrazan sus fantasmas de trasnoche y se introducen en un laberinto, donde la estética es un escaparate con espacios vacíos y maniquíes que disfrazan su corporeidad de plástico, para ofrecernos la desdicha de su fraude existencial.


por Gregorio Angelcos


Es el desborde material de la riqueza con sus tentáculos de seducción que nos hipnotizan con sus imágenes de éxito. Oro, estímulos fugaces de oro que no tiene quilates, pero que construye significados en nuestro subconsciente como si la riqueza estuviese al alcance de nuestras tarjetas de crédito y las ventajas comparativas del mercado.Es un derroche de belleza que ensimisma nuestros sentidos, con sus formas obvias, estilos de trastienda puestas al alcance de nuestros afectos conculcados. Múltiples diseños para que la riqueza se multiplique y se concentre. Nadie quiere trascender este minuto de tragedia, donde las razones son disciplinadas por la potencia del dinero. Los tránsitos y los movimientos son estáticos, el tiempo se ha detenido entre el lenguaje de las sombras y el propósito de que la vida se vaya a un cementerio con sonrisas de operetas.Demasiado maquillaje y kepchut, caminos sinuosos y esperpentos vigilando las escaleras de caracol. Todos ríen o al menos fingen que lo hacen, luego el desenlace de los bolsillos vacíos y la vergüenza de saber que los artículos superfluos nos sumieron en el tráfico de las apariencias. La perdida de los centavos destruye nuestra condición de pájaros en vuelo, y nos abre una jaula, para que en disfraces de payasos ingenuos podamos sentir la protección de sus barrotes fríos y herméticos. Aquí nos matan la respiración y la voluntad de los sentidos, mientras gesticulamos infamias y mentiras que no dicen razón con nuestra esencia.El culto al grito desesperado con su carga emancipadora y nostálgica de tiempos pretéritos y futuros, se convierte en basura degradada por luces que reemplazan al sol que insiste en estimular nuestro coraje. Pero el lenguaje de los apetitos rompe el silencio de la reflexión, y mimetiza la única necesidad, con la perseverancia que establece la subordinación de las estrategias que contaminan con su hielo nuestra naturaleza animal; de instintos que nacen y mueren como un tango nostálgico de los suburbios de Buenos Aires.La noche de la naturaleza con su atmósfera de estrellas fue acribillada por la oscuridad de la caverna, donde los únicos que son capaces de desplazarse, están ciegos, pero con sus bastones en ristre, y sus cuchillos dispuestos para regresar al combate.Y no palpan, solo embisten, y en su naturaleza ambivalente de visiones imaginarias y restricciones reales van sucumbiendo, caen como frutos silvestres, desestabilizados por el viento, pero se sumergen en la tierra, se siembran, y vuelven a germinar como semillas de misterio, enigmáticas, que alteran los ritmos monocordes de los equilibrios inconscientes de su perdida letal.Restablecer nuestras locuras es un buen síntoma de reconstrucción de los espíritus, aquellos que son capaces de mover la ignorancia con la energía que proviene del amor, pero no ese amor vacuo, delimitado por la naturaleza de los fetiches, sino el que se sustenta en la profundidad de los océanos, una conspiración de peces que de pronto emergen con violencia y se dotan de alas para transformar la vida.